A la noche desbocada
Salí uno y taciturno
Consumiéndome en mis males
Sin la gente remilgada
Envestido de derrota
Con la tez ornamentada
Por las llagas del espanto
Del atisbo hacia la nada
Por los surcos caminaba
Dando vueltas en mis fueros
Con el sueño como un muerto
Y el cemento en mi garganta
En la plaza de concreto
Los aullidos reverberaban
Entre el tiempo y los cristales
El dolor y la esperanza
El final ineluctable
Era el astro que asomaba
Pero el poeta triste y solo
¡Acezante aún andaba!
Raymundo Orihuela